sábado, junio 01, 2013

[Relato LibrosVeo] Reincidencia

            Soy un alma vieja– concluyó con calma mientras tomaba lentamente el té. Sus ojos profundos se distraían con las pequeñas partículas de hojas secas asentadas en la taza manchada por el  uso. –lo descubrí hace tiempo y eso da sentido a la pesadumbre que me acompaña siempre. No cargo una terrible pena, solamente soy un alma muy vieja. He vivido demasiado-.
Ya a esa hora las penumbras de la noche terminaban de empujar la caída del sol y el cuarto que servía de sala, cocina y comedor de aquel minúsculo y despoblado apartamento, daba cuenta de una persona austera y desapegada. La templada habitación no contaba con mucha luz y sólo una lámpara en una esquina, cercana a la escueta mesita y a su solitaria silla,  brindaba un derrotado combate a la sombras. No había signos de pasado alguno, como si nadie allí habitara nunca. -Veo que llegó la hora de resolver este asunto- dijo mientras su rostro joven, pero surcado por la permanente ausencia de felicidad, tomaba la expresión de una determinación; se levantó con firmeza y hurgó ávidamente las gavetas del pequeño mueble que definía a la cocina en busca del veneno para ratas. Sin dar espacio de reacción a la duda, abrió la botella y bebió; mientras sentía como el letal líquido quemaba las paredes de su boca, su garganta, su esófago y cada minúscula parte de su sistema gástrico, tomó con la fuerza de las crispadas manos el recipiente para asegurarse de no soltarlo hasta agotarse el contenido. Podía sentir el sabor terriblemente amargo que atacaba su paladar y los vapores que desatados obstruían el paso del aire. Sabía que nadie llegaría hasta entrada la mañana, y ya sería tarde. Mientras un dolor agudo atravesaba su cuerpo, mortalmente abrasado, pudo vislumbrar un hallazgo inesperado pero conocido, una repetición del sufrimiento. Contorsionada en el piso la figura y espumante la boca, enumeró los síntomas: las contracciones de los músculos, la asfixia, la ceguera, el incendio de los órganos, la liberación de esfínteres y aquel dolor agudo que convocaba al arrepentimiento. Ya no hubo tiempo de más, sólo con el repaso de un padecimiento insoportable, el corazón y el cerebro se pusieron de acuerdo. Cesaron.
La mañana descubría un apartamento prolijo, luminoso, lleno de memorias compartidas. Luego vecinos, familia, amantes y amigos; figuras que le eran conocidas entraban y salían por primera vez, tristes e interrogantes. Nadie era capaz de brindar ni siquiera un indicio, una duda, alguna pista que diera la explicación que no fue procurada.
Soy un alma vieja. Lo descubrí hace tiempo y ha llegado la hora de resolver este asunto.-Luego, la sustancia que inflamara su boca, su garganta, su esófago y cada célula de su sistema gástrico, abría el paso a un dolor familiar. Al descubrimiento de un recuerdo.

Carla Padua
Mayo´12

No hay comentarios:

Publicar un comentario