El ilusionista
Para Héctor Bello,la devoción por el lenguaje
El
ilusionista se sienta en la silla
y escribe.
Calibra
concienzudamente sus palabras
y
momentáneamente olvida el desgaste
del
cigarrillo encendido a su lado,
y de su
cuerpo.
Está jugando
a la ilusión.
Dice que es
“aprendiz”,
pero deja
resbalar su pericia sigilosamente
y permite
hacerse un dibujo diferente de sí.
El
ilusionista desglosa lo aprendido;
da concepto
y expresión a sus angustias,
y hace un
balance de sí mismo.
Le gusta. Es franco.
Pero no quiere que se note.
Así que va
desentrañándose, transmitiéndose
decodificándose
desde algoritmos de otra noción de sí mismo.
Sabe que su
lenguaje le pertenece, aunque sea la voz de otros.
Confiesa la
síntesis de su oficio y experimenta un regocijo cargado de dudas.
Se
consentirá –en consecuente osadía-
a relajar
las angustias,
por lo que
no abrirá la puerta a escritores, ni fantasmas,
aunque tiene
la certeza que del otro lado le escuchan.
Pela los
dientes,
y acomoda el
culo en la silla,
se quita los
zapatos –le duelen los pies-
momentáneamente
el mundo no existe
y se afinca
a escribir… Hay Función.
29/09/2013
Carlita....
Yo comenté que este es el escenario del "ilusionista", un texto vertiginoso que se precipita hacia un final que es el principio de lo incierto, de lo que sucederá en la página pro escribir.
ResponderEliminarEleazar Marín.18-5-2021
El principio de lo incierto...buena descripción para tan contundente y rotundo escrito.
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