martes, septiembre 04, 2018

Poema a cuatro manos

Él que diserta la condición única de sus ideas,
Y ella que abre la puerta de su memoria
transfigurando notas al margen,
en el nuevo ocupante de su cabecera.
Ella que viola su sorpresa,
y él que deja abierta una ventana en la duda.
Ella que confiesa lo que él ya sabe
él que sorprende, ansiosos a sus oídos.
Èl que finalmente hablas para ella.
Ella que lo escucha con el cuerpo…
-¿A qué saben las yemas de tus dedos?
dime el aroma de tus manos-
Y ella se declara territorio dócil
acechada por su boca.
Lo deja leerla hasta que titila…
II
Sin disculpa para el insomnio
ella acude al espanto para su sueño.
Todos vienen en asistencia,
se permiten ser abusados;
y ambos asaltan las palabras
para convertirlas en instrumento voluntario
de la transgresión más inusitada.
El descubrimiento de las primeras claves.
-Las circunstancias supongo, el contexto-
Los ojos, los oídos, la piel asombrada ante las respuestas.
El oficio convertido en deleite
y una caricatura que sentada y vestida,
permite un exorcismo hasta los zapatos y la silla.
Si está sonrojado y no ríe
es porque intuye, olfatea
el bestial desenlace:
la viril y ruborizada torpeza de sus manos,
transmutadas en palabras,
amenaza al amanecer de forma inconsulta.
Mientras él pregunta cómo se desnudan los silencios
ella sigue tentando su intento.
No hay otra, de hecho llueve.
Sólo está el humo que se eleva desde
el calor profundo de la tierra,
y una emboscada transitoria de las manos
para una noche de insomnio y desalojo.
La revelación no está en la expectativa
no hay ofrenda
ni siquiera un porsiacaso.
El hallazgo es un orgasmo de voces,
                        una contienda de adjetivos
                        la aproximación a una descarga
como quien mete la lengua  en el enchufe.

Pero los puentes continúan en pie y ella
sentada,
                    es un girasol./


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