Claro que Helena quiere vivir junto
al mar. -¿Y quién no?- te preguntaría para luego contarte con harto detalle
imaginativo su vida por vivir allí. Helena tiene dieciséis, pero tenía ocho
cuando fue por primera vez con sus padres a la costa en un día soleado y feliz,
allí descubrió el paisaje que quedaría impregnado para siempre en su piel.
Desde entonces su ropa le huele a mar, su cabellera desordenada ondula como las
algas y el susurro del oleaje la acompaña en sus sueños.
Hoy por fin ha planificado con
Gerardo y Sofía una excursión. Sus amigos la han escuchado tanto que ya están
convencidos de que hay que ir. Así que preparan todo. Ella se viste de
caracolas y coral, peina su cabello de algas, juntan comida y se encuentran para
irse.
Luego de un rato llegan a una
hermosa costa. Y el día es de nuevo, perfecto. La arena, blanquísima, diminuta
e infinita tiene ese calor reconfortante del sol. El agua es serena y fresca, y
la brisa, con su olor embriagador de sal la invita a fluir, con un idioma que
sólo las dos conocen. Una vez en el agua sólo hay chapoteos, risas y el susurro
de la brisa, que le cuenta de su vida marina.
Helena se zambulle y descubre ahora
lo que antes intuía: Es una sirena. Su piel es ahora húmeda e impermeable, suave
y tornasolada, su cabello de algas, rizado y ondulante se llena de caracolas y
pequeñísimos crustáceos que acarician su melena, y sus piernas ahora juntas, la
impulsan hacia el fondo… Esta feliz y cada vez más enamorada del mar. Sin
dudarlo se olvida pronto de Gerardo y Sofía que se agitan en la superficie,
para sumergirse irremediablemente en su destino.
Tuvieron que esperar que cesara la
tormenta para que los médicos y enfermeros del asilo psiquiátrico pudieran
iniciar la búsqueda. No pasó mucho tiempo hasta que los hallaron flotando
plácidamente en el agua de la piscina comunitaria del pueblo. Los primeros sin
vida pero a Helena, con una sonrisa feliz, y los ojos perdidos inexorablemente
en el último recurso de su atormentada mente, después del trastorno de estrés
postraumático agudo que padecía desde que presenció la agónica muerte de sus
padres, tras que un camión arrollara el vehículo en el que regresaban de su
mágico y feliz día, junto al mar.
fuente de la imagen: https://www.artstation.com/artwork/exaRD
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