No
le des voz a la tristeza,
injértale
oídos y atúrdela de risa;
no
le des cabos a las razones,
mejor
aletea feroz a la locura
para
que despegue desmedida del suelo.
Desenmaraña
un ovillo de ideas tontas
y
lánzatelas de abrigo,
dale
a tus pies espuma de mar por zapatos
y
siembra corales en los días de rabia.
No
te rindas.
Si
te provocan,
visita
de puerta en puerta
y
abraza a algún extraño,
empínate con un viajero,
convence
a los árboles que nos perdonen
por
ser enanos;
haz
una rebelión de pájaros enjaulados
y
azuza a los ratones
para
que den cacería a los gatos.
Si
ya no puedes,
quédate
entre los desahucios de la cordura,
entre
las abejas y los leones sin valentía,
entre
los borrachos y los ímprobos de las gentes.
Conspira
contra el miedo
y
embóscalo en temerario,
azota
a las buenas costumbres
y
masturba a la avergonzada virtud.
Delata
todos los odios.
en
fin, no permitas que la derrota diga por ti
las
palabras del amor./
Carlita
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