Algodonadas,
las cimas más altas acusan
a
la distancia entre su granito
y
aquella constelación que puede ser Afrodita
o
cualquiera.
El
aire anuncia tormenta
la
tierra exhala tenue y entrecortado
el
vapor carbónico del día
mientras las huellas indelebles de una incursión
que
le es celebrada,
recorren
depresiones y colinas
en
busca de la última noción de sí misma.
A
lo lejos la promesa de la hierba tropical
fluvial
y tibia,
es
el pubis en expectación;
la
sinuosa depresión territorial
con
los valles y las simas que la dibujan
son
una geografía conocida
un
paraje familiar de la infancia
un
territorio sereno y violento
en
permanente definición.
A
pesar del argumento,
la
vida que contiene es feroz.
No
escucha razones.
Es
impúdica y sin decoro.
En
su determinación
caza,
depreda, rodea y acomete
sin
que la víctima de su supervivencia
pueda
esgrimir defensa alguna
El
silencio es roto,
y
expira en mil rayos contra el sílice
la
más cercana agonía.
La
muerte es entropía.
Y sin que nadie puede detenerla,
la
resurrección es una promesa
que
dista mucho de interesarle.
Carlita....
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